martes, 27 de julio de 2010

La Luciernaga

La mañana trae consigo el canto de las aves que parten del nido en busca de alimento, criaturas de todas las formas y colores surgen de sus madrigueras a respirar el fresco de la mañana, por el aire vuelan ya insectos de brillantes matices que refulgen con el brillo del sol.

Un mundo nuevo se despierta y otro bosteza para ir a dormir. Refugiados en rincones oscuros las criaturas nocturnas descansan a la espera de su turno para recorrer montes y valles, montar sobre el viento y poblar el mundo de oscuridad que para ellos está deparado.

Allá un tecolote ronca apaciblemente sobre las vigas del campanario, ratones y lagartijas se refugian entre las grietas y una serpiente ha encontrado un buen escondite bajo las raíces de un árbol.

Pero hay una criatura que no duerme, una pequeña luciérnaga contempla el amanecer con júbilo y se posa en una flor mirando al gigantesco astro avanzar poderoso, implacable, por el cielo que se tiñe de azul ante su majestuosidad.

Mientras, sus hermanas duermen apacibles. Aquella diminuta criatura mira al mundo iluminado por tan grandiosa luz y se pregunta: ¿Cómo es posible que exista un brillo tan intenso que arranque mil colores de todo aquello que toca? ¿Que sea capaz de crear sombras que juguetean persiguiendo a cada objeto y cada criatura? ¿Que no solo ilumine a la vista, sino también al corazón con tan reconfortante calor?

Cuando el Sol se marcha para llevar su luz a aquellos que en la oscuridad esperan su llegada, la luciérnaga le despide, maravillada de los tintes escarlata de los que se pintan las nubes que corren tras él cual serpentinas que arrastra una cobriza carroza.

Tras dormír un poco y recuperar sus fuerzas, la pequeña luciérnaga se une a sus hermanas que danzan en la noche formando constelaciones, danzando en el nocturno viento mientras cantan su dicha a la oscuridad.

Todas encienden y apagan su abdomen en bellísimos destellos luminosos de tal naturaleza que muchos les confunden con graciosas hadas que vuelan entre la hierba que duerme la siesta a mitad del campo.

Pero en su afán por imitar al sol, aquella luciérnaga se ha esforzado y ha conseguido evitar que su luz se apague, manteniendo su brillo blanco encendido toda la noche, para envidia y fascinación de sus hermanas que, al aplaudirle su hazaña, se preguntan cual será la secreta motivación que le lleva a esforzarse de esa manera.

Con humildad, ella rechaza los elogios, pues sabe que aunque su brilo destaca de entre las demás luciérnagas, este no se compara en lo mas mínimo a la belleza y majestuocidad que trae consigo el Sol.

Es así que al terminar la danza ella se aparta a un oscuro rincón en donde, en soledad, enciende su luz tanto como puede, pues quiere algún día poder desplegar un solo rayo de luz que sea capaz de iluminar una flor, de despertarla, de darle una juguetona y fugaz sombra que se extinga tan pronto como el rayo de luz haya cesado.

Las estrellas, grandes admiradoras de aquella danza que las luciérnagas llevan a cabo cada noche, le conocen bien y admiran los esfuerzos de aquella pequeña que quiere brillar tanto como el Sol, pues la ven cada noche brillando tanto como puede, al amanecer la ven recibir al sol y al atardecer la encuentran allí, despidiendo al magnifico astro.

Entre celestiales miembros, esta historia llega a conocimiento de la Luna, quien en confabulación con las estrellas idea un plan para dar a aquella criaturita la oportunidad de ser la luz mas brillante sobre el mundo.

Así que un día, justo cuando el sol resplandecía sobre las cabezas de todos, la luna se vistió con un manto de oscuridad para que nadie la reconociera y fue a interponerse en el camino del Sol, bloqueando toda la luz y sumiendo al mundo en la oscuridad.

El cielo, confundido y asustado, se tiñó de negro, despertando a las estrellas que miraban con fascinación como la luna, disfrazada de oscuridad, hacia del día noche.

Las criaturas diurnas entraron en pánico, ¡Alguien les había robado el Sol!. Las aves confundidas no sabían a donde volar, los perros aullaban tristemente, millones de mariposas se escondieron tras los pétalos de la flor más cercana que encontraron. El barullo fue tal que incluso algunas criaturas de la noche salieron de su escondite para averiguar que pasaba.

La Luna estaba complacida con su obra y busco con la mirada a la pequeña luciérnaga esperando verla feliz por tener su oportunidad.

Pero al encontrarla en sus ojos había miedo. Aunque la luciérnaga envidiaba al Sol por poseer el brillo más perfecto que ella hubiese conocido jamás, también le amaba, y el ver como su luz se apagaba le llenaba de miedo al igual que todas aquellas criaturas.

Ella era una criatura nocturna que no temía a la oscuridad, a diferencia de todas las criaturas diurnas que no habían tenido tiempo para buscar refugio y gritaban enloquecidas.

"¡El mundo necesita luz!" se dijo a si misma y voló hacia lo alto encendiendo su abdomen tanto como podía, intentando aliviar un poco la pena de quienes sufrían por la perdida del sol.

Fue así que muchas criaturas pudieron ver una pequeña estrella que iluminaba débilmente allí donde alguna vez estuvo el sol.

Pero al llegar tan alto la luciérnaga pudo reconocer a la luna detrás del manto negro.

-¿Porque haces esto?- pregunto la luciérnaga.


-Oh, pequeña mía, todo esto es por ti- respondió la L
una sonriendo desde debajo de su manto -ahora eres la luz mas hermosa y potente de todo el mundo y, donde alguna vez brillara el Sol, ahora tu luz iluminara-

Pero si la luna esperaba agradecimiento por parte de la luciérnaga, se habrá decepcionado al ver que en sus ojos había ahora enojo, que su abdomen ahora brillaba con tal fuerza que débiles sombras se dibujaron allá donde la luz tocaba algún objeto.

-¡Si algún día he de brillar mas que nada en el mundo!- dijo enfadada la luciérnaga -¡Quiero que sea porque realmente me lo merezco!, ¡No por haberle quitado su luz a quien es mejor que yo!-

La Luna no supo como responder, estaba realmente apenada, discretamente se deslizó quitandose del camino del Sol, se fue a esconder detrás del horizonte donde lloro el resto del día y no volvió a salir hasta varias noches después.

Al verde nuevo al Sol la luciérnaga se sintió feliz, desde las alturas pudo ver como todas las criaturas se tranquilizaban y volvían a su vida normal, así que descendió hasta la flor mas cercana, un girasol, donde se recostó, pues se encontraba exhausta y adolorida por el esfuerzo, quedándose profundamente dormida.

La flor de girasol le arropo en sus pétalos y guardo sus sueños pues, como todos los girasoles, estaba mirando hacia el Sol cuando todo comenzó y pudo ver el hermoso brillo de la luciérnaga iluminar al mundo, escucho cada palabra de su discusión, admirando el coraje y el esfuerzo de la luciérnaga.

Por sus raíces los girasoles contaban la historia de la luciérnaga a toda planta que deseara escucharla, y los arboles repitieron con sus hojas la historia al viento que jugueteaba con sus ramas. Rápidamente las aves compusieron canciones alabando la valentía de la luciérnaga y un pichón salvo su vida contandole la magnifica historia al águila que estaba a punto de devorarla.

El águila se elevo por los aires mas allá de las nubes hasta llegar muy cerca del Sol, desde allí grito la historia tan fuerte como pudo, esperando a que el astro la escuchara pues el Sol parecía confundido por todo lo sucedido.

Fue así que en un rayo de luz el Sol pregunto a los girasoles donde se encontraba aquella valiente criatura y uno de ellos desenvolvió sus pétalos, dejando ver a la luciérnaga que aun dormía profundamente.

Cuando la luciérnaga despertó se sorprendió al ver que ya no se encontraba en el mundo, sino que ahora viajaba por el frío espacio montada sobre la primera estrella de la noche.

-Al fin despiertas- dijo la estrella -descansa un poco mas... ya casi llegamos-

-¿A donde me llevas?- pregunto la luciérnaga

-Antes de marcharse el Sol me pidió que te dijera que admira el gran esfuerzo que haces cada día para mejorar mas y mas, que admira la bondad de tu corazón al darlo todo por aquellas criaturas que aunque no pertenecían a tu mundo estaban sufriendo por la falta de luz, tu valor para enfrentarte a la Luna... en fin, el Sol dijo que tienes todo lo que se necesita para convertirse en un Sol muy hermoso, así que me pidió que te llevara hacia la gran nebulosa para que te enseñen a brillar incluso más que él-

La estrella condujo a la pequeña luciérnaga hasta la gran nebulosa en donde nacen los soles. Allí se encuentra ahora, aprendiendo los mas grandes secretos del universo, luchando a cada instante por brillar mas y mas para así, algún día, convertirse en la estrella mas hermosa del universo con una luz que ilumine a mil mundos.
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