jueves, 24 de junio de 2010

Labios

Labios que pronuncian mi nombre, labios que me llaman, labios que apacibles guardan el aliento de quien reposa entre mis brazos.

Mi corazón me llama a tomarlos, a apoderarme de ellos en un desvelo de locura, a arrancarles el pudor y a saciar en ellos la nostalgia del amor.

Deseo beber de su néctar cada instante, a cada momento de esta insulsa existencia.

Pero los pétalos de la más delicada de las flores jamás pueden ser tocados, pues quien se atreva a rozarle con la más delicada de las caricias traerá a su belleza la ruina y a su existir el final.

Esos labios me son prohibidos, pues si oso acercarme a ellos romperé aquella flor, desojaré cada pétalo que enmarca su belleza y ésta se marchitará poco a poco hasta que el tallo marrón deje de sostenerse en pie, y sea el viento quien termine su trabajo arrancándole trozos que se llevará volando allá onde yo no pueda encontrarlos, allá donde no podré volver a hacerle daño jamás.

Labios dulces, besos prohibidos que habitarán por siempre en mi imaginación. Contemplando desde la lejanía, acercándome tanto como su esplendor me lo permita, tanto como la razón me haga apartarme, buscando nunca jamás dañar aquella belleza que alguien, en su afán por conquistar lo inconquistable, ha dejado caer en este lugar donde las sombras acechan y donde la soledad es prisionera de su propio porvenir.

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