viernes, 2 de abril de 2010

El reencuentro

-¡Apártate!,¡No se entrometa!- dijo el hombre al caballero que le miraba con fiereza blandiendo su espada.

Armados con palos, cuchillos y herramientas caseras las gentes del pueblo pretendían linchar a el hada que el caballero conociera en el bosque unos días atrás. Sus ojos furiosos iban de la pequeña criatura al caballero que aun sudaba por la larga carrera que hizo desde la punta del monte, llegando apenas un momento antes de que el hada sucumbiera ante la furiosa turba.

Con el sol tras la montañas tiñendo ya el cielo de purpúreos tonos el hada se mantenía tras el caballero, asustada pero con una mirada desafiante ante la multitud; el caballero, con su maltratada armadura y blandiendo su afilada espada con ambas manos se mantenía en posición y aguardó sin decidirse a atacar, esperando a que la turba se calmara.



Poco a poco los hombres y mujeres que gritaban injurias contra el hada y su caballero defensor se fueron tranquilizando y el alboroto fue cediendo, pues ninguno de los aldeanos se atrevía a ser el primero en atacar a un caballero armado dispuesto a dar su vida por un hada en problemas.

Cuando el caballero notó cierta tranquilidad en el ambiente comenzó a preguntar las razón de la furia que embargaba a todas aquellas personas.

Uno de ellos se adelantó con trinche en mano vociferando con guarriosa voz al caballero:

-¡Ella nos ha engañado!- dijo él intentando parecer feroz.
-¡Si!¡Mátenla!,¡Quiero mi Dinero!- comenzó a gritar el gentío.

El caballero intentó acallarlos con una señal de su mano y pidió más explicaciones a aquel hombre, quien parecía incomodo al tener que dar explicaciones.

-¡Ella nos pidió dinero a cambio de fabricarnos espadas mágicas!, ¡Nos ha engañado!¡Queremos su vida y nuestro dinero!-

Los vítores surgieron de la multitud y el hada se posó sobre el hombro derecho del caballero desde donde proclamó su inocencia:

-¡Pasé semanas en la herrería forjando las espadas y dotándolas de magia!¡Todos los que pagaron recibieron sus espadas como lo prometí!-

El hombre se adelantó sacando bruscamente algo de su bolsillo, un objeto parecido a un mondadientes plateado.

-¡Esto no fue por lo que pagué!- gritó el hombre adelantando demasiado la mano.

El hada, asustada por el movimiento repentino, se escabulló en el espacio que había entre el peto metálico y el pecho del caballero.

-¡Esa en especial fue una de mis mejores obras!- respondió ella desde el interior, su voz se distorsionaba con el eco que producía el metal -¡Cualquier hada pagaría diez veces lo que cobré por ella!-

El caballero fijó entonces su atención sobre el extraño objeto que el hombre sostenía entre sus dedos. Se trataba de una pequeña espada plateada hermosamente decorada en oro y con el mango recubierto con hilos de piel entretejida en un fino patrón. Una joya verde remataba el pomo y las guardas de la espada tenían la forma de dos hojas de maple que se desprendían desde la base de la hoja. Una línea dorada con la forma de una enredadera y retoños en las puntas se extendía por el canto de la espada y el filo tenía un peculiar halo morado que hacia notar sus propiedades mágicas.

El caballero recorrió la vista por la multitud y muchos mostraban ya tambien obras parecidas en belleza... y tamaño.

-¿Como espera que combatamos a la Hechicera Negra con esto?- continuó el hombre -¡Queremos nuestro dinero para ir a la capital a comprar armas de verdad!-

El caballero se irguió y volvió a enfundar su espada, las personas confundidas no se atrevieron a dar un solo paso hacia el frente.

-Por favor denme un momento- sugirió el caballero y dió unos pasos hacia el rincón, dando la espalda a la multitud.

Con dos dedos golpeó levemente su peto y el hada asomó su cabeza por la abertura del cuello. Al ver que se encontraban de frente a una pared salió volando y se posó sobre la mano extendida del caballero que hablaba entre cuchicheos.

-¿Eres herrera?-
-Sí, no soy de las mejores, pero creí que entre los humanos podría encontrar algo de trabajo para financiar mi búsqueda-
-Son muy buenas espadas, pero creo que ellos no están conformes-
-Pero... yo no puedo cargar cosas tan pesadas, y ninguno de ellos se ofrecio a ayudarme-
-¿Y que hay del dinero?-
-Ellos no me dieron dinero, solo compraron las barras de acero para las armas y me dieron un taller. Yo solo usé media barra para todas las espadas pero ellos quieren que les dé el dinero que pagaron por el resto. Mi paga me la darían después de haberles entregado las espadas terminadas-

El caballero miró un momento a su alrededor, lo aldeanos comenzaban a perder la paciencia de nuevo.

-Una espada como la mía... ¿Puedes dotarla de magia?- preguntó el caballero.
-Si, con eso no hay problema, pero yo no podría fabricar algo de ese tamaño-
-Muy bien... ahora solo deja que yo hable con ellos-

El caballero se dio media vuelta y el hada voló para posarse sobre su cabeza mirando preocupada a la turba que levantó de nuevo sus rudimentarias armas ante el caballero.

-Creo saber como podemos llegar a un arreglo- dijo el caballero en voz alta.

La multitud guardó silencio.

-Yo no puedo forjar espadas tan hermosas como ella, pero puedo forjar espadas del tamaño apropiado. Mi padre era herrero y yo conozco bastante sobre armas, así que les aseguro que serán buenas piezas. Además el hadita nos hará el favor de darle poderes mágicos a cada una de ellas... Solo necesitaré un taller, las barras de acero que sobran y un par de semanas para forjarlos-.

Las personas se quedaron en silencio, esperando a que alguien pronunciara la primera palabra. Por fin un joven muy delgado levantó la mano diciendo:

-Podrías usar el taller abandonado al final de la calle, solo necesita un poco de limpieza-
-Allí están las barras de acero, junto al taller del hadita- dijo una señora señalando una pila de acero cubierto con una lona de piel.

Junto al acero había una caja de madera a la cual le faltaba una de sus paredes. en su interior una pequeña forja, un yunque y algunas herramientas formaban una reproducción perfecta en miniatura de un taller de herrería. El caballero apenas pudo contener sus risas al imaginar al hada forjando en esa caja las pequeñas espadas.

El sol ya se acercaba al medio día cuando, con la ayuda de todos los pobladores, las barras fueron llevadas al mugriento taller donde el caballero y el hada pasaron toda la tarde limpiando, ordenando y aceitando las oxidadas herramientas.

Cuando cayó la noche el caballero, exhausto, se sentó en la entrada del taller mientras contemplaba las estrellas. El hada quien tenía su carita manchada de hollín y sentía que los brazos se le desprenderían después de tanto trabajo se posó sobre el marco de la ventana, junto a la cabeza del caballero. Ambos contemplaron en silencio el tintinear de los lustros que adornaban aquella tranquila noche.

-Gracias- suspiró el hada

El caballero negó con la cabeza fijando la mirada en su descoloridas botas.

-No tienes nada que agradecer, yo te debo mucho y es lo menos que puedo hacer por ti-

Ambos guardaron silencio por un rato más.

-¿Puedo preguntarte algo?- dijo el hada nuevamente.
-Adelante-
-Tu cabello huele a sal y tu mirada se ve tranquila, casi feliz... ¿Qué te ha sucedido en estos días?-

El caballero sonrió mirando de frente al hada. Sus ojos brillaban con un fulgor único que fascinó al hadita.

-Conocí a una persona maravillosa- respondió -Aunque está muy lejos, pero... no sé, simplemente me hace feliz el haberla conocido-
-Me da mucho gusto- contestó el hada -se te ve mucho mejor que la última vez-
-Todo gracias a ti, por haberme dado nuevas esperanzas-
-Sabes que no tienes que agradecer, para eso están los amigos-

Ambos se sonrieron a mitad de la noche y se contemplaron mutuamente durante un largo rato. El caballero se puso de pie mirando nuevamente a las estrellas.

-Ya es tarde y mañana hay mucho trabajo- dijo él.

El hada asintió y levanto el vuelo para colocarse de nuevo a su altura. Sus alas resplandecían levemente en la oscuridad cuando las agitaba para volar.

-¿Donde dormirás?- Preguntó de nuevo el caballero.
-Me dan alojamiento en una casa cerca de aquí... y tú a donde irás-.
-Pasaré la noche en el viejo faro, escuchando la música que traen consigo las olas-

Ambos sonrieron de nuevo, se despidieron y marcharon cada uno con un rumbo distinto. La noche continuó avanzando lentamente.

Una mano infantil abrió una ventana por la que entró el hada en una casa del pueblo. El caballero se sentó junto a la torre del faro abandonado a escuchar el canto de la reina del mar que ya comenzaba a llegar a sus oídos. Las estrellas avanzaron lentamente en su interminable recorrido. Ambos seres tan distintos se sumergieron en sueños esperando la llegada de un nuevo día.

Imagen propiedad de Cecilia_

1 comentario:

  1. sigo intrigada...y esa mano?

    hermoso!

    y como siempre...esperando el siguiente!
    :D



    gracias por todo!

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