lunes, 22 de febrero de 2010

[Blanco] SANTUARIO

Frente a mi se yergue el demonio listo para atacar. Sus amarillentos ojos observan los alrededores sin dejar de prestarme atención. Pareciese estar reconociendo el lugar donde se encuentra.

Seguramente el nunca antes había pisado este lado del valle. Tampoco creo que aprecie la belleza que sutilmente impregna cada hoja y cada tallo que tapiza el suelo del santuario. Seguramente no es capaz de entender el pacifico canto del río ni la tranquila melodía del viento que se escuchan entre las rocas y el viejo árbol muerto. Para el todo lo que hay a su alrededor no sera mas que una ventaja o desventaja estratégica. Solo le interesa matar y destruir.

Sin embargo para mi el santuario es un sitio especial. Es el único lugar de este mundo donde puedo encontrar algo de paz. Donde puedo olvidarme por un momento de la guerra y llorar a quienes han caído en ella. Para mi el santuario es un sitio muy especial.

Por ello tengo que sacar al demonio de aquí antes de matarlo o de que me mate. Por eso tengo que proteger este lugar.

Si el emplea la magia negra, habitual entre los demonios,  sus efectos destruirán poco a poco a todo ser viviente de los alrededores, ya sea animal, planta o insecto.

Además de eso, si utilizo el poder de la lanza es muy probable que no logre acertar las primeras descargas y todos los impactos que él consiga esquivar o desviar terminarán destruyendo algo de lo que forma parte de la belleza circundante.

Es por ello que debo alejar cuanto antes al demonio de aquí... Pero, ¿Cómo?

Lo único que se me ocurre es atacarlo con fuerza y velocidad para hacerlo retroceder, empujarlo lejos del santuario y entonces terminar con esto, sea cual sea el resultado.

No sera una tarea fácil. Esa herida en su pierna era una mentira yo ahora yo tengo un corte sobre el pecho que no para de sangrar. Además la fuerza que posee el demonio es sorprendente.

Sin embargo tengo que intentarlo, se lo debo a cada flor, a cada roca, a cada gota del río por toda la paz que me han brindado.

Debo matarlo lejos del santuario o, al menos, debo evitar morir en las proximidades.

Cuando la batalla termine las lanzas de predicación que se encuentran en la montaña descargaran su poder sobre cada uno de los ángeles y demonios caídos durante el enfrentamiento. Si mi cuerpo o el de él yacen en las proximidades el santuario, ellas lo destruirán.

El demonio abre sus alas negras y alza su espada apuntando hacia mi. Yo lo imito levantando la lanza y extendiendo mis alas, lista para aceptar el desafío.

El ha desviado su mirada hacia la punta de mi lanza la cual tiene aun restos de sangre de mi anterior contrincante. No estoy del todo segura pero, a pesar de que yo esperaba que su mirada reflejara odio hacia mi, en sus ojos veo tristeza y una gran preocupación.

Debe estar preocupado por sus compañeros que aun se encuentran en la batalla. Yo también lo estoy por Ensiael y los miembros de mi escuadrón. Pero por el momento solo puedo pensar en el destino que le aguarda al santuario si fracaso en protegerlo.

El demonio se lanza contra mi en un rugido desafiante. Instintivamente  levanto mi arma y me arrojo también en embestida.

En el aire, justo al centro del santuario recibo toda la fuerza de su ataque que logra hacerme retroceder un poco, pero consigo mantenerme firme ante su poder mientras el estruendo de las armas recorre el viento, arrancando algunos pétalos de la flores que se encuentran bajo nosotros.

Un dolor agudo recorre mis brazos por el feroz impacto entre la lanza y la espada. Casi de inmediato el demonio comienza sus ataques.

La lluvia de tajos cae sobre mi rápidamente. Su fuerza es muy superior a la mía, pero es lento y puedo retener sus ataques que buscan mi torso y mi cuello.

El estruendo de las armas ha silenciado al santuario y pequeñas chispas surgen cada vez que detengo un ataque suyo.

Pero el demonio esta manteniendo un mismo ritmo de batalla. Lanza dos ataques a mi cabeza, uno al abdomen y luego al costado, solo para volver a comenzar su rutina.

Haciendo eso me resulta demasiado fácil detenerlo y aun atacar, sin embargo el debe estar planeando algo para querer hacer las cosas de esa manera. Tal vez desea que yo aprenda su rutina y realizar un movimiento inesperado que me saque del combate.

Él sigue atacando y yo también. Por mas que lo intento no puedo empujarlo fuera del santuario. Su habilidad es muy superior a la del demonio anterior.

Ahora algo ha cambiado su ritmo de ataque, ha dejado de lanzar cortes contra mis costados y se concentra cada vez mas en mi cabeza.

Con esto está dejando por instantes desprotegido su costado derecho. Yo podría fácilmente hundir la punta de mi lanza entre la tercera y cuarta costilla, alcanzar su corazón y terminar con esto en un instante.

Pero aun estamos dentro del santuario. Si lo mato ahora las flores y el río desaparecerán.

El demonio comienza perder la paciencia. Sus ataques se vuelven mas rápidos y fuertes, apenas puedo detenerlos y mis manos comienzan a doler con cada golpe.

De pronto el movimiento inesperado que estaba esperando. Como lo hiciera antes ha levantado su pierna para patearme nuevamente. Pero esta vez no he desestimado su supuesta herida ni me he dejado llevar por su rutina de ataque. Con el asta de la lanza he logrado detener en seco el ataque que iba destinado a mi abdomen.

el demonio no esperaba esto y puedo ver el arrepentimiento en sus ojos por haber perdido el control. Su error le ha llevado a dotar de fuerza en demasía a la patada y a terminado apoyando todo su peso sobre la lanza que, no sin dificultad,  he podido mantener en las manos.

Con apenas un instante para actuar, uso todas mis fueras para levantar la lanza y con ella el pie del demonio.

Sin nada mas que el sustento de su alas, el demonio comienza un giro vertical involuntario, quedando por unos instantes cabeza abajo y de espaldas a mi. Sin posibilidad de defenderse o atacar.

Nuevamente tengo la oportunidad casi obligatoria de matarlo, nada me impide clavar la lanza en su espalda y terminar con esta lucha de una vez por todas. Nada, excepto el destino que le espera al santuario si con esto él muere  y su cadáver yace en este lugar.

El demonio sigue girando, los instantes pasan lentamente como si el tiempo se detuviese para darme oportunidad a reflexionar sobre si es más importante proteger al santuario o cumplir con mi santa encomienda.

Se me ha ocurrido una manera de poder acabar con él sin tener que sacrificar al santuario. Una vez que complete su giro el demonio estará confuso tratando de adivinar porque no lo he matado. Aun así reanudara su ataque y,si me uso a mi misma como señuelo y él esta lo bastante distraido como para caer en la trampa, puedo desarmarlo arrebatándole la espada.

Veo ya los ojos del demonio que en efecto parece confundido al ver que aun sigue con vida. Voluntariamente cubro la parte inferior de mi cuerpo y dejo al descubierto el cuello. El demonio lo ha notado y sus ojos refulgen ante la oportunidad de victoria que se le presenta. Él no dejara pasar esta oportunidad.

Sin embargo su espada no se dirige hacia mi cuello como lo esperaba, sino hacia mi hombro derecho a una altura mucho menor de lo que tenía planeada.  Eso me pone en un predicamento, pero con un poco mas de esfuerzo consigo esquivar la estocada con apenas un rasguño en el cuello.

Mientras su espada corta el aire suelto mi mano izquierda de la lanza y sujeto con firmeza la guarda del arma del demonio, tirando de ella con fuerza hacia atras y abajo. Al mismo tiempo levanto la lanza con mi otra mano y dirijo una estocada contra su brazo.

El demonio ha caído en la trampa, ahora no tiene otro remedio que soltar su espada y evitar la estocada o perder el brazo completo. En cualquiera de los dos casos yo venceré.

Una vez que haya soltado la espada lo  dejare huir hasta que se encuentre lejos del santuario, ya entonces acabare con el definitivamente, volvere a lado de Ensiael y el santuario se salvara.

Para mi desgracia el hace algo totalmente inesperado. En vez de intentar atraer la espada hacia si, tratando de sujetarla, sigue empujando hasta que la empuñadura se apoya sobre mi hombro. Además de eso se ha impulsado sus alas para girar nuevamente, esta vez en sentido contrario y se coloca cabeza abajo sobre mí, evitando así el toque roce de mi lanza

Sigo sujetando la espada y él sigue girando. Puedo sentir el roce su filo abriendo una herida en mi espalda y hombro. el demonio completa su giro y tuerce tanto la espada que su punta amenaza con insertarse en mi espalda, me resulta imposible seguir sosteniéndola.

Vuelvo a tomar la lanza con las dos manos y tratando de adivinar lo que ha sucedido y donde se encuentra ahora el demonio.

Se que nadie me esta viendo, pero si lo hicieran me verían palidecer. El demonio se encuentra justo detrás de mí . Sin embargo parece que después del giro el también esta de espaldas. Puedo sentir la punta de sus alas extendidas rozando mis alas, como si fuese una suave caricia.

Puedo sentir su espalda pegada a la mía que se levanta con cada espiración. Casi puedo sentir su corazón que late desmesuradamente después de la agitación que le ha producido el combate. Su piel desnuda esa húmeda por el sudor. Él está tan cansado como yo, pero esta intacto, mientras que mi pecho sigue ardiendo y seguramente la sangre ha comenzado a brotar de mi hombro.

Jamas creí que algún día me encontrara en esta extraña posición.

Es irónico que mi evidente final sea así. Las alas de ambos están abiertas de par en par, nos mantienen suspendidos en el aire. Sin embargo, ante la falta de movimiento, nos dejan caer muy lentamente, hasta que nuestros pies vuelen a tocar el suelo.

Durante el cerrado combate no nos desplazamos un ápice de donde comenzamos. Seguimos dentro del santuario y ahora, en esta posición, ya no hay nada que hacer. El santuario sera destruido.

El demonio esta inmóvil, el ha de conocer esta posición de combate, de lo contrario ya habría intentado atacar de nuevo. El sabe que el próximo movimiento sera el ultimo.

Aun recuerdo cuando yo era muy pequeña. A diferencia de otros ángeles que a mi edad disfrutaban volando por entre las ramas del bosque plateado o ir a buscar piedrecillas de colores al arrollo que corría por detrás del templo, yo disfrutaba llendo a mirar a los cadetes que el Maestro Ramanel entrenaba para el ejército arcángel.

Fue durante un de esas sesiones que aprendí sobre esta posición, pues estuve presente cuando el maestro de armas le mostraba la técnica a sus alumnos.

"Esta es una posición definitiva" decía "no importa como se intente salir de ella, uno de los dos morirá". Tras decir esto llamo a uno de sus pupilos para que se colocara junto a él esa extraña posición que llamaba "Posición del Redentor".

Aquel joven blandió su lanza sin punta e intentó darse vuelta para atacar al maestro. Pero él pudo prever su ataque. Reaccionó girando en el mismo sentido y golpeando con la lanza sin punta el costado de su pupilo. El joven ángel cayó al suelo víctima del  dolor . El maestro sonrió y le diéndole: "Estas muerto".

El Maestro Ramanel dirigió palabras a los alumnos explicándoles el porque su compañero había sido derrotado con un solo golpe que, de haber sido con una lanza verdadera, habría resultado fatal.

Yo no alcanzaba a escuchar muy bien desde las escalinatas donde acostumbraba observar. Pero aquel día aprendí que en esta posición moriría quien atacase primero, pues a través de las alas y la espalda sentirías el momento preciso en que el enemigo se diera vuelta y, si ponías atención, sabrías en que sentido giraba su cuerpo, por lo cual podrías reaccionar rápidamente y matarlo de un solo golpe.

Aquel ángel que había caído bajo el golpe del maestro se puso de pie y en silencio se colocó de espaldas nuevamente sin que el maestro se lo hubiese indicado.

El maestro de armas lo vio allí parado, sosteniendo su arma de prácticas en alto y comprendió cuales eran sus intenciones.

Entonces él se colocó de nuevo con su alumno en la posición del redentor y, tras una pequeña espera, el cadete atacó de nuevo obteniendo una nueva derrota y un nuevo golpe.

El maestro dió por terminada la lección y los demás ángeles comenzaron a retirarse. Todos excepto aquel que aun estaba tirado en el suelo.

Recuerdo la sonrisa de satisfacción en el rostro del maestro de armas cuando aquel joven estudiante se levanto de nuevo y adoptó aquella posición.

Los estuve observando fascinada toda la tarde, viendo al ángel caer una y otra vez. Al principio me parecía gracioso, pero poco a poco fui dejando de reír y comencé a admirar su valor y coraje, aquella determinación que había en su mirada es algo que nunca he podido olvidar. A pesar de las derrotas aquel ángel siempre se levantaba y lo intentaba de nuevo. En su rostro se vislumbraba la frustración y el dolor que le producía cada nueva herida. Mas sin embargo el ángel se levantaba una y otra vez para volver a intentarlo. El maestro aceptaba su reto con placer, respetando su empeño y sonriendo cada vez que se levantaba de nuevo.

Llegó la noche y, finalmente, el cansancio evitó que el cadete se levantara de nuevo. Simplemente se quedo allí, tumbado en el suelo.

El maestro retiro con delicadeza el arma de sus manos inertes y la coloco en la pequeña armería de la plaza. Después volvió y con mucho cuidado levanto en brazos a su estudiante para llevarlo a casa. Ambos pasaron junto a mí cuando se retiraban de la plaza. Al verme, el maestro se detuvo e inclinó un poco el rostro de aquel joven para que yo lo mirara bien.

"Observa" me dijo tranquilamente mientras con una caricia retiraba el mechón de dorados cabellos que caía sobre la frente del ángel que ahora dormía profundamente en sus brazos. "Este es el rostro de alguien que lo ha dado todo por una causa. Y aunque todos sus esfuerzos han sido en vano, podrá descansar tranquilo, pues sabe que nunca se dio por vencido".

Ambos se retiraron en ese momento. Jamas volví a ver a ninguno de los dos, pero aquel combate dejo una marca permanente en mí. Desde entonces deseé ser como aquel ángel y nunca rendirme. Eso me llevo a unirme a los arcángeles cuamdo crecí y me ha mantenido con vida todo este tiempo.

Jamas volví a escuchar sobre esta posición. Después de que el maestro Ramanel desapareciera no supe de ningún otro maestro de armas que considerara esa posición lo bastante importante como para enseñársela a otros. Es irónico que ahora me encuentre en ella y que este pueda ser el final de mi vida.

Ahora que lo pienso, el rostro de este demonio guarda cierto parecido con el de aquel ángel. La sola idea me estremece pues tengo que matarlo, y al igual que aquel ángel, presiento que el demonio no se dará por vencido.

-Este lugar- escucho de pronto.

Jamás, en todo el tiempo que he estado en esta guerra, había escuchado a un demonio hablar.

¿Que desea el demonio al dirigirme la palabra? ¿Tal vez desee distraerme para atacar por sorpresa?... Eso es lo mas probable pero lo mejor será seguir su juego. Tal vez consiga una manera de poder romper esta posición sin matarlo.

-¿Qué tiene este lugar?- le respondo.

Siento como los músculos de la espalda del demonio se ponen rígidos, tal vez no esperaba una respuesta de mi parte.

-Es hermoso- dice al fin en un tono mas alto.

Su voz es como el estruendo de un volcán. Su timbre seco y gutural esta infestado de la propia maldad de su raza. Pero, además de eso, puedo notar un ligero matiz de nostalgia. Una tristeza que no alcanzo a comprender del todo.

Aun así no creo que el demonio pueda comprender lo que significa este lugar para mí.  De hecho no significa nada para él, solo un lugar como cualquier otro donde debe matar o morir.

-No quiero que sea destruido-. Dice nuevamente tras unos instantes.

No puedo evitar estremecerme. ¿Acaso el demonio puede entender lo que es la belleza?... ¿Lo que es la paz?.

De pronto he recordado aquello que nos explicaron sobre los demonios justo antes de mi primera batalla: son criaturas malévolas y engañosas carentes de todo sentimiento de bondad. Odian a todas y cada una de las creaciones de nuestro señor y no desean otra cosa que destruir toda su obra.

No creo que el demonio aprecie la belleza del santuario, todo esto debe ser una trampa.

-Yo tampoco- respondo mas para mí que para él. -pero no hay nada que hacer. Uno de nosotros tiene que morir para que el otro vuelva a casa-

Después de todo el objetivo del demonio es el mismo que el mio: matar a su oponente y sobrevivir a la batalla.

A lo lejos se escucha la trompeta de Gabriel y el retumbar de los tambores. La batalla ha terminado y ambos ejércitos se retiran. A lo lejos, frente a mí, se alza la montaña.

Puedo ver algunos destellos en la cumbre y, segundos después, escucho el estruendo que producen a mi espalda. Han comenzado a purificar la tierra borrando toda huella de los cadáveres y moribundos que han resultado de esta lucha.

-¿Y si ambos regresamos?- dice al fin el demonio con un incomprensible tono de esperanza en su ronca voz.

Esa posibilidad no paso por mi mente. Podría volver a la montanya sabiendo que el santuario esta a salvo. Pero eso es algo imposible.

-Eso no sucederá- respondo apartando de mi la posibilidad- tú me mataras tan pronto como de un paso, o yo te mataré si tú lo haces-

Escucho al demonio suspirar, su plan no esta resultando conmigo y se ha dado cuenta de ello. De inmediato el demonio endereza su cuerpo y extiende un poco mas sus alas. Comienza a hablar son su horrible, aunque melancólica, voz:

-Tienes mi promesa de que yo no te mataré... los demonios siempre cumplimos nuestras promesas-.

Realmente no puedo creer que un demonio pueda entender lo que significa el honor. Eso es algo en lo que nunca he pensado pero, a pesar de que la razón me lleva a no creer en sus palabras, el deseo que tengo por salvar al santuario me pide que considere la posibilidad de que un demonio pueda cumplir sus promesas.

-¿Y que hay de tí?- pregunta él -¿Los ángeles tienen palabra?-

-Si... la tenemos... pero nunca se la entregaría a un demonio-.

-Entonces no me lo prometas a mí, promételo al viento, a las flores y al arroyo-

¿Es acaso esto cierto? ¿Puede acaso un demonio amar a alguna de las creaciones de nuestro señor? ¿Puede haber sido fascinado por la belleza del santuario al grado de no querer pelear?

La razón me sigue gritando que tenga cuidado, que en cualquier momento intentará matarme. Sin embargo hay algo en su voz que me dice que está hablando con sinceridad, que en verdad ama este lugar y que desea salvarlo.

-Escucha...- continua el demonio -comenzaré a caminar y daré diez pasos antes de volar y alejarme de aquí... Si deseas que la belleza sobreviva haz lo mismo, de lo contrario mátame.-

"Que la belleza sobreviva"... Realmente no debo creer en las palabras de un demonio, pero algo en mí quiere creer en él, quiere tenerle fe.

Puedo sentir como la espalda del demonio se separa de la mía, dando pequeños tirones a mi túnica que ha quedado pegada a su piel.

Blando firmemente la lanza a la espera de su ataque, ahora ya no puedo sentirlo y en cualquier momento podría tener su arma sobre mi.

Deseo darme la vuelta y atacar, pero no puedo. Una voz en mi interior no para de decirme que crea en él por el bien del santuario.

Pasa cada vez mas tiempo sin que él me ataque, ¡Ya debía haber intentado matarme!, Pero en vez de eso escucho el batir de unas alas que se van alejando detrás de mi.

De pronto mi cuerpo vuelve a obedecer.  Las alas caen rendidas a mis costados y comienzo a caminar. Como si me encontrase en un extraño sueño voy contando mis pasos, una vez que llego al décimo extiendo las alas nuevamente para elevarme en dirección a la montaña.

He volado sin mirar atrás. La cumbre de la montaña vuelve a ser blanca, los cantos y los tambores han cesado.  Al llegar al pie de la montaña no puedo evitar darme vuelta y contemplar el santuario.

Sigo sin comprender lo que ha sucedido, pero el santuario esta allí, hermoso y apacible. Los demonios se han retirado y el murmullo de miles de voces reencontrándose desciende de la montaña.

Dedico una ultima mirada al valle. La luz del sol penetra por entre las nubes arrojando un hermoso rayo sobre el santuario.

No comprendo por completo el porque, pero sonrío ante el hecho de que el santuario siga existiendo y me pierdo entre la multitud de cuerpos y níveas alas que ascienden hasta la cumbre de la montaña.

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