lunes, 22 de febrero de 2010

[Negro]NIEVE Y FUEGO

La suave brisa del viento agita el cabello sobre tu cabeza arremolinándolo, jugueteando con las asperas cerdas de color negro, .trayendo consigo el perfume que emana de las flores mas allá de la colina, en el cercano recinto natural del que has hecho tu santuario.

No te agrada eso, la batalla transcurrirá demasiado cerca de aquel lugar que tanto aprecias. En un simple descuido, en un giro inapropiado del destino la batalla se movería hasta el campo de flores, dejándolo  marcado por siempre con la sangre y el horror de esta guerra inútil.

Ya no tendrías un lugar a donde ir tras la batalla, un lugar que te hiciera olvidar por un instante los horrores de la guerra. El agua del rió ya no podría consolarte mientras lloras por tus hermanos caídos. El viento ya no secaría tus lágrimas ni se llevaría consigo el dolor que te produce esta lucha por una libertad que esta tan lejana y que tal vez nunca llegara.

Pero por ahora no puedes hacer nada sino esperar a que comience la batalla y entonces luchar, luchar contra el enemigo con toda tu fuerza esperando que la batalla termine antes de que se extienda hasta las hermosas flores que por las noches sueltan su dulce fragancia, donde el viento susurra una canción de paz y el arrollo, con sus cristalinas aguas corriendo incesantemente, te acuna en las noches sin luna.

-Son demasiados- susurra alguien a tu lado en un tono nervioso, casi apesadumbrado.

No reconoces la voz pero sabes que no es el único que comparte contigo el miedo, la incertidumbre, ese sentimiento que despierta cada vez que miras hacia la montaña.

Desde el valle en el que tus compañeros y tú aguardan no es posible apreciar todos los detalles del enemigo que se aposta sobre la montaña.

Las nubes ocultan la cumbre donde el ejercito de ángeles aguarda para lanzarse al ataque. En ocasiones las nubes dejan ver parte de la inmensa capa blanca que se extiende desde la punta de la montaña, derramándose sobre las laderas en un fino manto semejante a la nieve.

"Nieve"... es la imagen que viene a tu mente al contemplar la blancura que corona la montaña. Si no fuera porque aquella masa blanca cambia de forma, se mueve y se ordena en escuadras listas para atacar pensarías que aquella blancura es nieve suave y pura que por mucho tiempo se ha acumulado apasíblemente sobre la roca.

-Si, son muchos- respondes al aire esperando que te escuchen los miembros de tu escuadrón, sobretodo aquellos que tienen miedo, aunque en realidad tus compañeros se encuentran alejados, perdidos entre la desordenada multitud para evitar que el enemigo pueda identificar la estructura y organización del ejercito de demonios. -Son muchos, eso significa que habrá más para matar, así que no se peleen entre ustedes por matar al mismo-.

Una carcajada se generaliza a tu alrededor y rápidamente se convierte en un grito de furia de batalla que se extiende por todas las lineas ya dispuestas para el combate. La tierra retumba con los vítores. Todos tienen miedo, y todos tratan de darse valor unos a otros fingiendo confianza en la victoria.

"Nieve".. vuelves a pensar en medio de la euforia que has provocado cuando contemplas la masa blanca formada por miles de alas preparadas para levantar el vuelo. "Nieve"... te preguntas si alguien, dentro de las filas enemigas, estará mirando en dirección a ti... ¿Que pensará al ver a tus hermanos y a ti desde la lejanía? ¿Que imaginara?. Tal vez ese ángel desconocido que fue atraído por el destino a esta guerra, a este mundo, a esta batalla, esté mirando en este lugar un mar de fuego formado por la piel roja de todos los demonios alineados hombro con hombro en el fondo del valle. O tal ves esté imaginando que aquel mar de alas negras es una extraña criatura que reposa entre las suaves colinas.

Una serie de cuernos suenan desde cada rincón de este mar de fuego anunciando el inicio de la batalla mientras a lo lejos se escucha el sonido de una trompeta. es la trompeta de Gabriel, la líder de los ángeles.

La blanca capa de nieve se revuelve y se levanta en una hermosa nube blanca que rápidamente forma un ascendente torbellino. A veces te sientes culpable por pensarlo, pero es la verdad, los ángeles se ven hermosos cuando vuelan juntos. Es una lastima que esa belleza sea también el anuncio de que muchos de tus amigos, y quizá tu también, morirán en poco tiempo, condenados por sus propios pecados.

La enorme nube se levanta en una enorme columna blanca que se aproxima a toda velocidad. Pronto adquiere la forma de una flecha dentada cuya punta principal se ensartara en el centro del mar de fuego que ya comienza a agitarse. De la flecha se separan varias puntas menores, con los ángeles mas poderosos encabezando cada una de aquellas puntas.

Puedes ver el brillo de sus lanzas doradas y los tambores demoniacos comienzan a repicar ante aquella proximidad.

Como siempre, aquellos que tienen el don de una vista mas aguda observan con atención la nívea amenaza que se aproxima a toda velocidad. Ellos describen todo lo que alcanzan a ver, los nombres de los ángeles que reconocen, las posiciones, las formaciones, todo, a los generales que tratan de adivinar la estrategia enemiga y giran instrucciones adecuadas para que la mayoría de tus hermanos sobreviva a este encuentro.

Puedes escuchar ya el canto de los ángeles que seguramente exploran también las estrategias de los demonios tratando de descubrir la posición de los generales y transmitiendo entre ellos sus propias estrategias. Al final ellos también quieren sobrevivir

Cuando están por llegar, las puntas de la nube se separan. Los tambores te han dado tus ordenes: atacar a la tercera punta inferior, evitar que se aproximen al centro de la batalla y tratar de matar a su capitán.

Susurras unas palabras a los oídos del tambor que se encuentra a tu lado y este. Tan pronto como ha escuchado la ultima palabra, golpea el cuero con fuerza y habilidad, arrancando notas que viajan por el campo hasta llegar prestas a los miembros de tu escuadrón dispersos entre la multitud de demonios.

Tan pronto como el tambor se silencia nueve demonios se separan de las filas corriendo por debajo de la columna blanca en dirección a la punta que han de atacar.

Corres por el campo  detrás de ellos un poco mas lento, fingiendo una herida en tu pierna. A una orden tuya, tus hermanos ascienden verticalmente para encontrarse cara a cara con los ángeles que ya les han visto acercarse y se preparan para la embestida.

A lo lejos, en el centro de la batalla donde los ángeles y demonios mas poderosos comienzan ya la refriega se escucha el estruendo de las armas acompañados por innumerables gritos que casi opacan el sonido de tambores y cantos de ambos ejércitos.

Una vez que llegas justo debajo de donde tus hermanos se enfrentan a los ángeles te detienes a observar.

Como capitán tu deber es enfrentarte con tu contraparte angelical. Si logras interrumpir su canto los demás ángeles de su escuadra entrarán en desorden y sucumbirán ante la fuerza de tus hermanos. Pero si mueres serán ellos quienes mueran sin un líder que les dirija contra unos ángeles bien organizados.

Observas con atención tratando de descubrir a tu objetivo. El capitán es siempre aquel que rehuye al combate y canta en medio de la batalla, dirigiendo con su melodía las acciones de sus subordinados.  Por fin alcanzas a divisar una guirnalda, símbolo de poder y nobleza, en las sienes de uno de ellos.

El capitán de los ángeles es muy joven, parece nervioso, y su canto denota la indecisión de quien no ha pasado por muchas batallas, al menos no como capitán.

Tu objetivo ha caído en el engaño, seguramente piensa que la falsa herida de tu pierna te convierte en una amenaza menor y ha dejado el camino libre entre ustedes dos.

Tus hermanos hacen un gran trabajo peleando contra los ángeles.. En cuanto aquel que lleva la guirnalda muera, la victoria estará asegurada.

Desenvainas tu espada que refulge con el brillo de cuarenta soles y de un salto te lanzas contra el enemigo en un grito de furia. hasta hace unos momentos temias que el miedo de tu contrincante fueran tan falso como la herida de tu pierna, pero la mirada de terror que aquel ángel te dedica mientras asciendes a su encuentro te despeja todas las dudas.

La distancia se acorta y tu adversario no ha podido reaccionar en los pocos instantes de vida que le quedan. Esto sera rápido, un solo corte de tu espada y todos tus hermanos vivirán un día más.

Pero algo sale mal, el impacto sobre tu costado de un escudo sagrado formado por las blancas plumas de un ala angelical interrumpe tu acometida y te hacen perder el objetivo.

Una lanza dorada se aproxima rápidamente a tu costado, en un movimiento logras evitar la muerte y descargas tu espada hacia donde supones que está su cabeza. Tu espada silva furiosa al cortar solo el aire.

Cuando te das cuenta de tu situación notas que el ángel ha esquivado por muy poco tu corte. Ambos han perdido el sustento del aire en la refriega y se precipitan en una inclinación y velocidad tales que los aleja a cada instante de la refriega.

Aquel ángel no cesa sus ataques buscando todos y cada uno de tus puntos débiles no parece ser muy hábil en las armas, pero su velocidad y constancia te pondrán en un serio riesgo si llegas a perder la concentración por un instante.

Tras bloquear varios de sus ataques logras acertar una patada seca sobre su pecho, sientes como tus garras penetran en su carne y, de inmediato, empujas con todas tus fuerzas para apartar al ángel de ti. Escuchas el grito del ángel.

Ahora que tu enemigo esta a una distancia prudente logras desplegar tus alas antes de estrellarte de cabeza contra el suelo. Elevas tu trayectoria y te posas con suavidad sobre el tronco  seco de un árbol caído.

Nunca perdiste de vista a tu enemigo. Aquel ángel desplegó también sus alas y termino posándose sobre una roca a poca distancia de ti.

Ahora que puedes ver a tu enemigo te das cuenta de que se trata de un ángel femenino cuyas ropas están desgarradas a la altura del pecho y con algunas manchas de sangre.

El arroyo tintinea ignorante de la gran batalla que se da en las proximidades. Las flores emanan su fragancia con inocencia, totalmente ajenas a todo el odio y el rencor. Un ave distraida pasa sobre tu cabeza en dirección al antiguo árbol que duerme apaciblemente a orillas del rió. El ángel y tu están tu santuario.

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