domingo, 21 de febrero de 2010

El hada

Entre los regios matorrales, entre las sombras que se ocultan bajo los ramales de un bosque muerto un caballero llora.

Sus lágrimas resbalan por la maltrecha armadura y su llanto ha ahuyentado a todas las criaturas que aun quedaban a su alrededor.

Con furia golpea el suelo haciendo mella en sus abollados guanteletes y arroja su espada ante el abismo que se presenta imponente ante él.

El caballero llora porque ha fallado. Juró dar su vida por una causa, por un sueño y por un amor. Toda su fuerza y dedicación la entregó a sus ideales cuando orgulloso se decía a sí mismo: "Cuando llegue el momento, moriré dentro de la gloria que para mi destino está reservada".



La guerra llegó arrebatándole todo aquello que amaba. Luchó con todas sus fuerzas hasta que el cansancio le abatió por completo, hasta que su espada ensangrentada pesaba más que sus propias culpas, hasta que el canto de un gallo solitario anunció el amanecer.

Un golpe certero... una flecha bien dirigida... un velo de oscuridad cegó sus ojos.

La guerra estaba perdida pero, al menos, había dado todo por proteger lo que creía era importante y ahora moría en paz.

Sin embargo la muerte le negó su dulce caricia y el destino se rió de él cuando abrió los ojos.

Ante él estaba su princesa, aquella a quien había jurado amar por la eternidad, aquella a quien había entregado su vida, sus esperanzas, su corazón.

Allí estaba ella frente a sus ojos, pequeña, hermosa, con suaves cabellos y sus dulces ojos fijos en él.

Allí estaba su amada princesa, sin vida, ultrajada por un enemigo invencible. Su blanco vestido estaba manchado con la sangre y el semen de algún desconocido. Sus mejillas guardaban la huella del llanto que de sus ojos habían brotado. En su pecho clavada estaba la daga que una vez perteneciera al desgarbado caballero que ahora lamenta seguir con vida.

Se fue por los caminos rogando a la muerte que le liberara del dolor, del sufrimiento, del recuerdo. Pero la muerte es impía y se negó a todas sus súplicas.

En este bosque está esperando que por llegue el fin para este dolor. Ya no le importa, nada, ya no le importa nadie, solo quiere olvidar y dejar de sufrir.

De pronto, a mitad de la oscuridad y del dolor, una pequeña luz ilumina las sombras. Una diminuta hada se aproxima al caballero y con pena contempla su dolor.

Aquella hermosa criatura se compadece de su historia y aguarda junto a él a que el tiempo cure sus heridas y aleje sus recuerdos. Con delicadeza, aquella pequeña hada se introduce en su pecho y acaricia su afligido corazón.

El caballero no sabe lo que debe hacer, no sabe lo que debe decir, pero está agradecido con aquella hada por su piedad y le pide que se quede, que le ayude a sanar.

Si acaso aquella hada decide quedarse contra toda ley, contra toda razón a lado del caballero, solo el tiempo y el destino lo dirán y esta historia podrá encontrar un final.

1 comentario:

  1. Estoy segura que esa hada se quedará ahí paciente, junto aquel caballero esperando que las heridas sanen y el caballero pueda levantarse de nuevo con un nuevo aire, un nuevo escudo y una nueva espada e incluso le sobrará valor para poder seguir adelante y comenzar de nuevo.

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