domingo, 28 de marzo de 2010

El Canto de Gabriel

La multitud de ángeles que se congrega alrededor de la tienda de Gabriel es cada vez mayor. Todos esperan el mensaje que tiene que dar despues de cada batalla pero sobretodo desean saber cuando será el próximo enfrentamiento.

Por lo que he escuchado esta batalla ha sido particularmente sangrienta, muchos ángeles han muerto y otros tantos están heridos.

Aunque la cantidad de muertes no se asemeja en nada a las que hubo para ambos bandos al principio de esta guerra, hace mucho que la cantidad de muertos no era tan grande.

Observo desde el interior de la tienda levantada haciendo uso de  blancas telas que tejieran en su momento hábiles manos de una raza que hasta hace poco habitaba este mundo. Cuando las miro me pregunto si aquellos artesanos que las entretejían habrían imaginado que sus creaciones servirian de refugio a quienes trajeran la destrucción de su mundo.

Puedo ver el exterior por la abertura que deja la cortina al agitarse con el viento. El mar de alas blancas se congrega pacientemente a la espera del mensaje de nuestro general. Algunos conversan, otros se limitan a mirar fijamente hacia la tienda de Gabriel mientras se sumen en sus propios pensamientos.

De pronto un ángel entra por esa abertura y al verme sonríe. Es la anciana Janel, experta en el uso de las lanzas de purificación y propietaria de esta tienda.

-Pensé que estarías afuera esperando el mensaje... yo no necesito estar presente pues nunca estoy en combate, pero tú deberías acudir-.

Apenada bajo la mirada. Ella ha sido realmente amable al permitirme guarecer en su tienda a Ensiael. Ella sonríe y levanta un dedo para señalar a mi capitán que yace sobre el único lecho de la tienda.

-Veo que ya esta un poco mejor- dice ella mirándolo y haciendo una mueca a modo de sonrisa.

-Hace un rato que se quedó dormido- respondo aun apenada ante su abrumante carisma y amabilidad.

Hace apenas unas horas cuando llegué a la montaña y me adentré en la multitud de ángeles que también volvían de la lucha, por todas partes escuchaba comentarios sobre quien no había vuelto, quien estaba herido o muerto. Algunos lloraban y otros mas iban abriéndose paso por entre alas y brazos gritando desesperadamente el nombre de alguien con la esperanza de que se encontrara perdido entre la multitud, aunque la mayoría de las veces solo nadie devolvía una respuesta.

Oré en silencio pidiendo que todos mis compañeros estuviesen entre ellos, tal vez alguno gritando mi nombre. Así que avance escuchando con atención cada llamada que alguien hacía. Poniendo atención a cada rostro medianamente familiar.

Por todos lados escuchaba historias de hazañas y pesares que se sucedieron durante la batalla. Muchos ya comenzaban a congregarse alrededor de la tienda de Gabriel.

Tras una larga búsqueda que comenzaba a convertirse en desesperación pude ver finalmente a un pequeño grupo de ángeles en el extremo oeste de la montaña. Desde donde me encontraba reconocí a cada uno de ellos... Eran mis compañeros.

Nadie sonreía. Todos ellos se veían apesadumbrados y agotados. Goliel estaba sentado en el suelo, con una herida muy profunda en la pierna y un gesto de dolor en el rostro. Los demás estaban parados a su alrededor, algunos tenían cortes pequeños por todo el cuerpo. Pero no parecían estar apesadumbrados por las heridas. Pensé que tal vez se habían cansado de buscarme entre la multitud... ¡Cuanto se alegrarían de verme con vida!

Yael fue el primero en sentir mi mirada y, tras reconocerme, voló hacia mí con tal agilidad que apenas tuve tiempo de reaccionar antes de verlo justo frente a mí. A su arribo me abrazo con tal fuerza que por un momento pensé que me derribaría.

El hermoso rostro de Yael tenía un corte no muy profundo, pero que le recorría toda la mejilla derecha hasta la oreja. Quise preguntarle que le había sucedido, pero el mismo no me dio tiempo cuando entre su regocijo me tomó de la muñeca y me arrastró hasta donde el resto del grupo apenas comenzaba a notar su ausencia.

A saltos descendimos juntos por la ladera hasta el pequeño claro en donde los sorprendidos ojos de mis compañeros ya habían notado mi presencia y se deshacían entre risas y suspiros de alivio.

-Pensábamos que te habíamos perdido- dijo Yael entre carcajadas de alegría a medida que nos aproximábamos a los demás.

Todos sonreían, supongo que ellos habían dado mi muerte por hecho. Realmente me sentía aliviada de verlos a todos ellos con vida.

-Siempre tienes que ser la última en llegar- me dijo Sintael al tiempo que depositaba un beso en mi mejilla.

Feliz de encontrarlos a salvo le dedique una sonrisa a cada uno de ellos. Pero pronto me dí cuenta de que no estaban todos los miembros del escuadrón. Faltaba uno.

En un principio creí que se encontraba entregando la relación de la batalla como a veces sucedía cuando Gabriel tenía dudas y mandaba a llamar a algunos de los capitanes para consultarles sobre los hechos de la batalla.

Hice muchas preguntas sobre las heridas que tenía cada uno y escuché atentamente las fanfarronerías de Cintael sobre como uso su lanza con maestría para ensartarla justo bajo la base de la cola del demonio contra el cual lucho. Incluso reí hasta las lágrimas ante la imitación que hizo de la cara que tenía el demonio, con los ojos desorbitados y la comisura de la boca reducida a un pequeño orificio cuando la punta de la lanza comenzó a penetrarle.  Pero el tiempo pasaba y el capitán no volvía.

-¿Y dónde está Ensiael?- pregunte sin poder alargar más la espera.

Sentí como si los huesos que sostenían mi cuerpo se desmoronasen y la vida en mi interior suspirase por un momento cuando me dí cuenta de la reacción que tenía mi pregunta en todos ellos.

La sonrisa se apagó de cada uno de los rostros y ninguno me dirigió la mirada, solo miraban al vacío y guardaban silencio a la espera de que algún otro me diera la mala noticia.

Fue Samuel quien con sus enormes manos se aproximó hasta mí y con delicadeza me aparto del resto del grupo. Haciendo pausas para encontrar las palabras adecuadas y cuidando mucho del tono de su voz me dijo:

-Cuando te lanzaste sobre aquel demonio al que habías desarmado pensé que te habías vuelto loca... Pero después vi al otro demonio que iba en dirección a Ensiael-

-Yo...- intenté hablar, pero Samuel me acalló con un gesto.

-Di gracias al cielo porque sin ti Ensiael habría muerto en ese momento y nosotros con él... Los demonios se pusieron mas furiosos, creo que era su capitán al que te enfrentaste-.

Por un momento recordé el santuario, mi mente aun trataba de entender con exactitud lo sucedido.

-Yo no supe ya nada de ti, solo Cloel te vio caer junto con el demonio y tuvo que seguir con su propio combate... Pero al tratarse del capitán a quien te enfrentabas creímos que te habíamos perdido-

-¿Qué paso con Ensiael?- insistí, aunque no pude evitar el malestar que me provocó su severa mirada.

-El demonio que dejaste atrás estaba desarmado y malherido, uno de sus brazos había quedado despedazado... Al menos eso nos dijo Ensiael mientras nos decía también que no nos preocupáramos por él, que él se encargaría de enviarlo a nuestro señor- hizo una pausa nuevamente -Ensiael se comportó de manera prodigiosa realmente, al mismo tiempo que combatía al demonio seguía prestando atención a nuestros movimientos y cantando-

no me agradaba nada que hablara de el en tiempo pasado, pero yo necesitaba saber que había pasado.

-el nos narraba lo que hacia el demonio al que se enfrentaba para que no nos preocupáramos por él... A pesar de que ese demonio resultaba ser mas hábil de lo que el esperaba, incluso con esas heridas, Ensiael nunca dejo de apoyarnos y prestar mas atención a nosotros que a su propio combate-

Levanté un poco el rostro cuando no continuó narrando. Tenía el mentón contra el pecho y respiraba profundamente mientras intentaba mantener el control. Después de varias exhalaciones profundas siguió hablando.

Quizá por eso el demonio lo tomo desprevenido, mientras Ensiael tenía su lanza clavada de lado a lado en el demonio, este se ensartó a si mismo aun más contra a lanza y tomo a Ensiael por la base de las alas... Escuchamos su grito de dolor y vimos como los dos se desplomaban, chocaron los dos contra el suelo siguieron luchando. Ensiael no paraba de encajar la lanza en el demonio, pero el maldito no dejaba de arañarlo y morderlo-

Samuel me miro fijamente con los ojos vidriosos y una mueca de dolor en el rostro.

-Aun así no dejó de cantar...- por un instante la voz se le quebró -...mientras el estaba en el suelo salvo mi vida varias veces... -su voz se volvía cada vez mas aguda y su tono envolvía a cada palabra en un llanto. - de pronto solo escuchamos un grito horrible. De algún lado ese demonio tomó una espada y la hundió en el cuerpo de Ensiael-

Fue en ese momento cuando mis piernas no pudieron más y me desplomé. Samuel se arrodilló junto a mí sosteniendo mi mano con fuerza. Los demás no se acercaron, pero sus miradas de compasión se posaron en mí.

-No se como nos organizamos para reunirnos a su alrededor- continuó deseoso de terminar cuanto antes con el relato -La trompeta ya había sonado y el aun estaba vivo. Formamos un círculo alrededor de él y le quitamos de encima el cadáver del demonio. Fue Cloel lo cargó mientras nosotros la escoltábamos de regreso. Los demonios dejaron de luchar y huyeron dejando a su compañero tirado, como hacen siempre-.

-Entonces... ¿Trajeron a Ensiael a la montaña?- pregunté de inmediato sin pensar en lo que decía -¿Donde esta?-

-Está con los moribundos... su herida es muy seria, no sobrevivirá- dijo él con pena.

Al menos la idea de que aun estaba con vida me reconfortaba y me daba cierta esperanza. Sin perder mas tiempo me levanté para ir hasta la ladera donde los moribundos descansaban.

Pero antes de poder marcharme sentí como Samuel sujetaba firmemente mi muñeca.

-Escucha... su cuerpo está muy dañado... tal ves cuando llegues ya esté muerto. Quédate aquí con nosotros, conserva el recuerdo que tienes de él.-

No respondí ni lo miré, solo me quede quieta esperando a que me soltara.

-Hasta el último momento insistió que el primero que terminara el combate tendría que ir a buscarte a ti en vez de ayudarlo a él-

Diciendo esto dejó que mi mano resbalara por entre sus dedos y partí apresuradamente hacia la ladera de los moribundos.

Jamas había estado en la ladera de los moribundos después de una batalla. Suaves telas blancas se extendían en tiras sobre la ladera, y en ellas los ángeles malheridos esperaban la muerte.

Mientras buscaba a Ensiael vi ángeles con terribles heridas, las telas se manchaban con su sangre y algunos no paraban de gritar. Por todas partes se escuchaban rezos suplicando a nuestro señor dejarles vivir un poco mas, mientras que otros clamaban porque su sufrimiento se terminara.

Algunos ángeles paseaban pacientemente por entre las telas y, cuando veian que alguien había muerto, rezaban una plegaria por el antes de retirarlo de la tela y llevarlo a la pila donde junto a otros partirían a lado de nuestro señor.

A pesar de lo que me había dicho Samuel, no estaba preparada para encontrar a Ensiael así. La tela blanca bajo él estaba empapada en sangre,  la espada del demonio yacía a un lado, tal vez el mismo se la arrancó. La herida era pequeña y profunda.

Largo tiempo me quede allí acariciando sus dorados cabellos. Los ángeles encargados de retirar a los muertos me miraban con extrañeza cada vez que pasaban a mi lado, por lo regular nadie viene a ver morir a los otros ángeles. La noche llego muy lentamente y los cuerpos se acumulaban en la parte más baja de la ladera.

Cuando la pila de cuerpos fue lo bastante grande los ángeles que oraban a su alrededor se retiraron y la anciana Janel se aproximo llevando consigo la enorme lanza de purificación.

Arrodillándose en una plegaria colocó la lanza en el suelo y la sostuvo entre sus manos. Apenas podía yo escuchar sus rezos. Pude sentir la tierra vibrar cuando el haz luminoso surgió de la punta de la lanza. Vi la estela ascender hasta mas allá de las nubes y descender con estruendo sobre la pila de cuerpos.

La luz intensa me hizo cerrar los ojos. Cuando volví a mirar la pila se había convertido en una nube de luz cuyas partículas ascendieron juntas en un veloz vaivén hasta perderse entre las nubes. Aquellos ángeles ya no tendrían que combatir, se reunirían a la gloria de nuestro señor y esperarán hasta que algún día nosotros les acompañemos.

Pero yo aun seguía sentada junto al lienzo blanco. Sobre mis rodillas yacía la cabeza de Ensiael que aun se esforzaba por sobrevivir.

Cuando Janel regresaba con su lanza se detuvo junto a mí.

-¿Te quedarás aquí toda la noche?- me pregunto mirando a Ensiael.

No le respondí, simplemente suspire y pase mis dedos entre los cabellos de mi capitán una vez más. Ella se inclinó sobre él y observó atentamente.

-Esa herida es muy profunda, comenzó a decir -terminará muriendo... Pero se le ve una enorme voluntad de sobrevivir- se incorporó un poco para mirarme -Hay rumores de que no falta mucho para la revelación. Si logra vivir hasta ese día no tendré que usar esto en él- dijo señalando su lanza.

Yo no dejaba de mirarla fijamente, hasta ahora no había pensado en la posibilidad de que sobreviviera, solo esperaba hacer que su muerte fuera menos dolorosa.

-¿Duermes en alguna tienda o al aire libre como la mayoría de los ángeles?- preguntó ella.

Me limité a negar con la cabeza. Ella se incorporó de nuevo y volvió a caminar.

-Traelo a mi tienda, le hará bien estar protegido de la intemperie-

Ella avanzó despacio mientras yo llevaba en brazos a Ensiael.

Ahora que veo hacia atrás, recordando todo lo que sucedió, me doy cuenta de que esto es lo que nos hace realmente diferentes de los demonios. No el color de piel, las alas, el que ellos tengan cola y cuernos, no sus grotescos rasgos ni su estrepitosa voz. Lo que nos hace  diferentes es esto, la bondad del corazón que nos hace apiadarnos de alguien que no nos debe nada ni nada le debemos, esta bondad que lleva a Janel a ayudarme a cuidar a un moribundo y alojarle en su tienda a pesar de que esta es apenas lo suficientemente grande para albergar a su dueña.

-Gabriel esta a punto de salir, deberías ir afuera a escuchar su mensaje- dijo la anciana.

No respondí y dirigí mi mirada a Ensiael que dormía profusamente.

-Anda, sabes que todos los arcángeles deben estar presentes. Yo cuidare de él... de hecho tómate tu tiempo, pues yo también necesito descansar-.

No debo abusar de la amabilidad de Janel. Sin decir nada  mas me levanto y dirijo unas palabras de sincero agradecimiento a la anciana. Ella se limita apresurarme con un gesto de su mano y acomodarse en el suelo, junto al lecho donde ahora se encuentra Ensiael.

Al salir de la tienda veo a todos los ángeles arrodillados con la mirada puesta en Gabriel que desde la posición elevada de su tienda nos observa a todos atentamente.

Gabriel es hermosa, su figura imponente inspira confianza y respeto, bajo su mirada no hay ángel que no guarde silencio y muchos, incluyéndome, jamás alcanzaremos su fuerza y sabiduría.

Cuando comenzó la cacería de los demonios nuestro señor le designo General de las tropas de Arcángeles. Desde entonces nos ha liderado en esta empresa tan larga y gracias a ella hemos podido sobrevivir. Gracias a ella conservamos la esperanza de que esto acabe pronto y podamos volver a casa.

Con cuidado me arrodillo y espero su mensaje. Todos se encuentran ya en silencio y la espera es corta. En un suave murmullo que va creciendo en volumen y belleza llega hasta mí el canto de Gabriel.

Su hermosa melodía me inunda por completo. Cierro los ojos y me concentro en su voz. En mi mente se forman las imágenes de altas torres coronadas por la bandera blanca con una guirnalda entretejida en oro.

Las calles empedradas y pulidas resplandecen con la luz de nuestro señor que ilumina la ciudad día y noche. Puedo ver el templo y los hermosos jardines donde crecí. Puedo ver mi casa en una de las colinas fuera de la muralla plateada. Veo el río donde cada mañana acudo escuchar el canto del agua.

La ciudad de Edén es hermosa, extraño mi hogar tanto como todos los demás ángeles. Por eso debemos sobrevivir, para poder volver a casa en donde la mayoría tienen a alguien quien les espere. Yo llevo sola mucho tiempo, aun así también quiero regresar.

Las imágenes se van alejando en el recuerdo. Gabriel siempre canta primero a la belleza de nuestro mundo para darnos ánimo y esperanzas. Al menos en mi dá muy buenos resultados. Espero que Ensiael pueda escucharlo también, estas imágenes le darían fuerzas para luchar contra la muerte que sobre el se cierne.

Se dibujan entonces frente a mí los rostros sonrientes de ángeles formados en una línea. Son aquellos que perecieron durante la batalla y el rostro de cada uno de ellos se ilumina conforme el canto de Gabriel va develando sus nombres.

Una segunda fila de ángeles aparece. Se trata de aquellos que murieron por sus heridas después de la batalla. No puedo dejar de pensar que hace un momento vi morir a algunos de ellos mientras rogaba por no ver a Ensiael como parte del canto de Gabriel.

"Oremos por nuestros hermanos caídos" dice la canción y, como todos los demás ángeles, comienzo a entonar una plegaria.

"Señor, cuida de estos tus hijos que en su vida siempre guardaron tu ley.
Por favor ten misericordia con aquellos que han dado su vida por el honor de tu nombre.
Señor, entregamos en tus manos el cuerpo y alma de nuestros hermanos para que en tu infinita bondad reconozcas su sacrificio en aras de tu voluntad.
Señor nosotros tus humildes y fieles servidores te imploramos que los acojas en tu reino y les guardes un lugar especial cerca de ti. Amén".

Durante la plegaria todas las voces se unen en una sola melodía. Algunas voces, las de aquellos cercanos a quienes han muerto, se escuchan melancólicas y tristes. Algunas voces rompen en llanto a la mitad del rezo.

Yo simplemente canto hasta el final de la plegaria que lleva consigo sentimientos e imágenes de los mejores recuerdos que poseen aquellos que conocían a quienes cuyas almas ahora van en camino a nuestro señor.

La plegaria termina y Gabriel comienza a agradecer acada uno de los que participaron en la batalla, felicitando a algunos por sus hazañas y consolando a aquellos que han perdido a alguien importante. Es ya bastante increíble que ella recuerde el nombre de todos y cada uno de los miles de ángeles que estamos aquí presentes, y aún más el que conozca lo suficiente de nosotros como para dar un pequeño mensaje a cada uno.

Mientras estos pensamientos dan vuelta en mi cabeza escucho mi nombre en la canción de Gabriel. "No te preocupes" me dice Gabriel "él estará bien. Es fuerte y no falta mucho tiempo para la revelación".

Una lágrima rodó por mi mejilla al escuchar su voz hablándome.

Gabriel es impresionante. Se dice que durante las batallas ella escucha el canto de todos los capitanes al mismo tiempo y está al tanto de todo lo que sucede en la batalla.

Los mensajes personales continuan durante un rato mientras Gabriel nos va nombrando y dando palabras de aliento que, aunque cortas, nos llenan de esperanza.

Tras nombrar al último ángel su melodía se torna serena, un simple agradecimiento por seguirle a lo largo de esta campaña.

Su último mensaje fue claro y llevó la tranquilidad a todos los ángeles en la cima de la montaña.

"No habrá mas batallas antes del Día de la Revelación que será en dos días".

Tras decir esto la melodía se fue apagando para convertirse en un leve susurro que se perdió en el abismo del silencio. Las imágenes se esfumaron dejando solo oscuridad frente a mis ojos cerrados. Cuando volví a abrir los ojos ella estaba haciendo una reverencia entre vítores y alabanzas. Dedica una mirada de satisfacción a todos los que se encontraban a su alrededor, dándose media vuelta dirige sus pasos hacia la cueva donde seguramente pasara en soledad toda la noche. Dos guardias se apostan en la entrada para que nadie le moleste. Desde que llegamos a este mundo ella pasa muchas noches dentro de esa cueva, debe ser un lugar especial donde ella reflexiona, llora y medita, el interior de la cueva debe ser para ella lo que es para mí el santuario.

Aun me pregunto como habrá sucedido lo del santuario, pero ahora tengo algo más en que pensar. La revelación será en dos días y si Ensiael sobrevive para entonces se salvará.

La luna blanca brilla a mitad del cielo. Aun quedan algunas horas de luz nocturna. Necesito descansar pero antes iré a ver a Ensiael. Sintiendo la luz de la esperanza en mi corazón me levanto y avanzo apresuradamente por entre los demás ángeles que ya se retiran y reanudan su barullo.

Bajo la luz de la luna todas las alas resplandecen con múltiples colores, en la punta de la montaña un capitán canta llamando a la primera patrulla que partirá esta noche. Voy dejando atrás a la multitud y a unos pasos frente a mí se levanta la tienda de Janel donde la anciana ha encendido ya una luz.

 Foto propiedad de cotallo-nonocot

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